Entendiendo el Estrés y el Dolor en el Rodeo

Escrito por Randall Ray Arms el . Publicado en Mis Artículos

Entendiendo el Estrés y Dolor en el Rodeo

Por

Randall Ray Arms, PAS

 

Recientemente los animalistas han cuestionado la justificación del Rodeo Chileno debido a la cantidad de “estrés” y “dolor” que esta disciplina imparte en los caballos y novillos que participan en este el segundo deporte mas popular de Chile, que junto con muchas actividades que lo envuelven tienen una larga tradición nacional. Hay innumerables escritos justificando el rodeo por ser una actividad costumbrista al igual que importantes demostraciones del impacto económico que este deporte tiene en diferentes actividades primarias, secundarias y terciarias relacionadas al agro chileno. Pero el tema menos tocado es la principal razón que dan los que critican nuestro deporte nacional y nuestro silencio al respecto solo sirve para incrementar las equivocadas  generalidades de una población chilena que cada día es más urbana y por ende paulatinamente alejada de los animales domésticos que son los protagonistas del rodeo. 

Se dice que el dolor es la sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Es probable que al igual que nosotros haya algunos animales que están concientes del sentimiento de dolor.  Pero tener “conciencia” es algo difícil para probar de una manera absoluta, incluso en la especie humana. Al igual que la felicidad y el sufrimiento, la conciencia científicamente ha sido difícil de definir en términos absolutos. Quizás algún día tendremos un parámetro medible para estas cosas, pero no hemos llegado a eso aún.

Fisiológicamente el sistema nervioso de estos animales es tan desarrollado como el del humano y no es controlado por el neo-córtex que principalmente nos difiere con los animales por su función cognitiva. La cercanía que tenemos en el árbol evolutivo con los animales domésticos que manejamos nos hace pensar que hay una cierta probabilidad que se asemejan a nuestra habilidad de concientizar estímulos físicos. Dolor no es nuestra respuesta fisiológica a un estimulo dañino. Más bien dolor es lo que ese estimulo adverso y reacción fisiológica nos motiva a sentir en nuestra “conciencia”.

Con humanos podemos obtener una idea del sufrimiento por las descripciones que miembros de nuestra especie nos esbozan, aún cuando el mismo difiere ampliamente entre individuos. Con animales podemos medir el estìmulo hostil ( “nociceptores” y “neuropáticos”) y respuesta fisiológica, pero no es posible cuantificar la percepción emotiva de dolor o posible sufrimiento. Por lo general, como humanos optamos por dos alternativas. O convenientemente negamos su presencia o tenemos una reacción antropomórfica atribuyendo reacciones humanas a los animales  por nuestro desarrollado sentido de la empatía. Ninguna de las dos alternativas es una opinión que razonamos con base. 

No se ha encontrado una estructura o proceso que es causal de un sentido de consciencia en el humano u otro animal. Pero, como son emociones que nosotros sentimos, asumimos que los animales sin habilidades lingüísticas que podemos entender a ciencia cierta, también sienten estas emociones. En realidad, solamente porque la mayoría de los vertebrados tienen receptores de dolor no significa que tienen una comprensión del dolor o sienten las emociones relacionadas con el sufrimiento. En gran parte el dolor es una sensación que ayuda la sobrevivencia de los animales para no incurrir en más actos que pueden poner su bienestar en peligro. También es importante notar que algunas clases de animales no se aventajan por expresar las emociones de sufrimiento al tener sensaciones de dolor.

Las especies que son presas son un ejemplo, ya que en el momento de un ataque por un predador no conviene vocalizar una emoción que puede atraer más predadores en su persecución. Ningún animal demuestra esto más claramente que los ovinos que prácticamente pueden ser despedazados en vivo por perros ferales y no dicen ni pío, mas aún la mayoría de ellos dejan de luchar con mucha facilidad. Estas reacciones no serían lógicas si realmente podrían percibir el sentido del sufrimiento, aún cuando claramente sus receptores sienten el dolor.  En realidad nuestra empatía con los dolores de los animales es porque percibimos que ese dolor los hace sufrir como sufriríamos nosotros en una circunstancia parecida.

Entonces pareciera que es más importante que entendamos lo que es el sufrimiento. Los diccionarios lo definen como padecimiento, dolor, pena, pero esta ligera definición demuestra lo difícil que es describir el significado de la palabra ya que usa términos que no siempre describen lo definido. Realmente, sufrimiento nos es un sinónimo de dolor. Puede haber dolores que causan sufrimiento, pero también puede haber sufrimientos emocionales que no están asociados a estímulos fisiológicos de dolor (velar un ser querido, vivir en pobreza, tensiones de la guerra, etc.).  También pueden haber dolores que se tratan con ciertos medicamentos (anestesias disociativas) que bloquean el sentimiento de sufrimiento. El dolor se siente, pero el paciente realmente no le hace caso  y como consecuencia no sufre. En esencia, el dolor debe causar reacciones que hacen lo posible para no recibir el estimulo. Por lo tanto, en gente que sufre de autoinjuria (donde se infligen heridas para recibir una sensación de desahogo de sus ansiedades) hay estímulos con daños fisiológicos que más bien traen un sentimiento de bienestar. Actividades sádicas sexuales son otro ejemplo de estímulos dolorosos que traen euforia en vez de sufrimiento.

El tema de la transferencia de estímulos sensoriales que se interpretan como dolores se explica por una cadena de señales complejas que va más allá del propósito de este escrito. Pero es importante hacer notar que nuestro sentido del sufrimiento se aumenta por una capacidad que tienen los humanos, los primates superiores e interesantemente los pulpos, con un complejo sistema neurológico que incluye una vía directa desde la medula a sectores del cerebro (el núcleo del tálamos conectado a la ínsula y córtex singular anterior o ACC) que permiten percibir sufrimiento. Es probable que esta transmisión directa por una vía anatómica que se ha desarrollado más en humanos, hace que el sentido del sufrimiento sea mucho más agudo que en otras especies donde la cadena de transmisiones pasa por un mayor numero de conexiones neurológicas. Este hecho hace que los humanos, primates superiores y pulpos  tienen un mayor sentido de rechazo a dolores que claramente no quieren percibir. En síntesis no es lógico pensar que animales sin estas estructuras anatómicas perciben el dolor y el sufrimiento como lo sentimos los humanos.

Además, los humanos, los elefantes y las ballenas tienen desarrollado una ínsula anterior que les permite recordar la emoción del pasado y suponer como será esa clase de dolor en el futuro, aumentando más aún el sentido del sufrimiento. Esto no es viable en la gran mayoría de los mamíferos que no tienen desarrollada la ínsula anterior. Este mismo componente cerebral también nos facilita tener el sentido de la empatía que nos permite sentir el dolor ajeno, e incluso erróneamente concluir que nuestra percepción del dolor es lo que experimentan todos los animales. En realidad lo correcto es que no todas las especies sienten dolor, ni sienten dolor de la misma manera y si lo sienten no siempre repercute en sufrimiento y cuando sufren, hay distintos grados de esa sensación basado en la complejidad de su sistema neurológico.

El estimulo nocivo más soportable se llama el “umbral” del dolor y clínicos veterinarios han notado una diferencia grande entre el umbral de dolor soportado por diversas especies, diferentes razas dentro de una especie,  como también la hay entre individuos de cada raza. Por lo tanto no nos debe sorprender escuchar que el Caballo Chileno es “sufrido”, no solo por soportar un alto grado de estrés, pero también por su tolerancia al dolor. Cualquier veterinario que tiene una práctica que combina Caballos Chilenos y caballos FSI o Árabes puede corroborar esta diferencia.

Trato de explicar científicamente lo que la mayoría de los ganaderos comprenden por sus experiencias de la vida. No es que ellos niegan que los animales domésticos sean capaces de sentir dolor y en ciertas instancias incluso un grado de sufrimiento, pero tienen claro que sienten estas emociones en una forma muy distinta que nosotros los humanos. Incluso me atrevo a decir que las diferencias psicológicas entre animales y nuestras especies se agudiza más en nuestra era moderna con sociedades “civilizadas”  donde sobre-dimensionamos cualquier sentido de dolor que rápidamente convertimos en un grado “insoportable” de sufrimiento. Aún existen en el mundo muchas culturas aborígenes que se reirían de nuestra incapacidad de tolerar leves dolores cuando ellos aceptan unos muchos más agudos como una norma de su vida cotidiana. Nada más hay que ver la exigencia para usar guantes, la multitud de tipos de rasuradoras en el mercado, diversos requisitos de calzados, ventas de lentes para el sol,  solicitudes de curitas y la abrumante variedad de analgésicos que llenan las estanterías de las farmacias para nombrar unas cuantas que demuestran nuestra menor tolerancia del dolor.

En los estudios sobre el dolor se le ha dado mucha más importancia a la capacidad de sentirlo que estudiar la intensidad que puede llegar a causar un grado de sufrimiento. Para el ganadero esto no requiere investigación ya que es obvio que los caballos y los bovinos implementan acciones en su diario vivir que el ingenuo erróneamente ve como estímulos muy agudos.  Nada más hay que ver un grupo de caballos jugando a pleno potrero en una fresca mañana y llamará la atención que las fuertes y sonoras patadas de los equinos gozando de su júbilo serían capaces de matar a cualquier humano desafortunado al recibirlas. Igualmente, en un hato de bovinos estableciendo jerarquía para pasar por una apertura angosta, llegar al agua o establecer dominancia sexual es notable ver el contacto punzante de cuernos dirigidos por cargas de 500 kg corporales, sin ser motivo de grandes molestias.

Nadie duda que el caballo o el bovino tengan receptores de dolor y que en efecto puedan sentir dolor.  No obstante, lo que estos ejemplos prácticos ilustran  ante la falta de más estudios sobre la “tolerancia de dolor”, es que en las especies de mayor envergadura o con una piel mucho mas dura, densa y gruesa,  la tolerancia al dolor es mayor al del humano. Estos actos que el desconocedor del reino animal ve como sumamente peligroso y doloroso, en realidad son estímulos que forman parte del diario vivir de dichas especies y en la gran mayoría de los casos no tienen efectos graves en la salud o psiquis de los animales.

El acto del coito en los felinos es un estímulo fisiológico agudo, pero durante el estro es una experiencia que la especie busca para su sobrevivencia.  De hecho la emoción que causa, llámese dolor, felicidad  o estrés (o quizás ninguna de ellas)  sabemos que motiva la ovulación necesaria para la concepción. Lo mismo pasa en los conejos y varias otras especies. El alambrado evolutivo que asegura la sobrevivencia de la especie no implica que haya un sentido de “conciencia”. Animales sin sistemas neurológicos complejos, como la lombriz, también tienen actos que persiguen este mismo fin de proyectarse en el futuro y la mayoría de los científicos dirían que ellos no tienen la capacidad de sentir la emoción del sufrimiento. Es cierto que muchos dolores, estreses y cierto grado de sufrimiento nos lo auto-infringimos y muchas veces esto actos se hacen para complacer a terceros o multitudes. 

De hecho el hombre moderno vive con muchos dolores y estreses como parte de su vida rutinaria. No importa si nos golpeamos accidentalmente, nos aprietan al acomodarnos en el metro, nos exigen descargar y estibar miles de fardos, nos presionan psicológicamente para cumplir con metas en poco tiempo o vivimos ansiosos por rendir exámenes cruciales para nuestro futuro,  la vida está compuesta de muchas clases de dolores y estreses. Es cierto que jugando deportes nos podemos ensangrentar la nariz o tener un dolor casi insoportable de músculos y pulmones practicando el alpinismo en elevadas alturas. Si no es el choque de oponentes en rugby, es el golpe de boxeo o simplemente el efecto de acido láctico acumulado en nuestros exigidos músculos por actividades voluntarias e incluso impuestas, el dolor quiera o no, es parte de nuestro día a día.

Si el estrés se define como la tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos, a veces graves, producidos por eventos externos o internos que inducen un cambio biológico de un animal, la vida contemporánea de los 12.000 espectadores en el Champion de Chile probablemente sienten esa clase de sufrimiento mas a menudo que el ganado en la medialuna. Puede ser por la letra que falta pagar, por amigos de mala influencia que se están acercando a los hijos, por el ambiente de “perro come perro” que hay en las grandes empresas, por un despido injusto, por el robo de algo que tanto trabajó para obtener, la prematura perdida de alguien muy cercano, o la innumerable cantidad de conflictos humanos que nos hacen perder el sueño. Si bien el estrés es una parte de todo animal silvestre (mucho más que en los animales domésticos que le resolvemos tantas necesidades básicas), los animales domésticos, los mascotas y los humanos, se me hace difícil entender usar este elemento como pretexto para prohibir una tradición que trae tanto orgullo y satisfacción a participantes y espectadores  de nuestro país.

Tampoco es excusa que el estrés y sensación de leve dolor en el rodeo (muy debatible si hay un grado de sufrimiento) no se justifica porque es impuesto por el humano.  A través de la humanidad hemos controlado más de 14 especies que se prestaron para la domesticación y a través de la historia a estos animales se les negó una vida silvestre llena de independencia, pero con muchos más riesgos e inseguridades que tienen en una responsable domesticación. Esta domesticación se ha justificado en todas las culturas para producir carne, textiles, productos lácteos, fuerza animal y darnos recreación. En el caso de los animales deportivos, por lo general son producto de una especificidad de funciones para los cuales han sido seleccionados por muchas generaciones.  La mayoría de los ejemplares gozan y son más saludables ejerciendo su funcionabilidad que estando inactivos sin condiciones físicas. Los que cuidamos de ellos podemos notar su agrado de tener un vínculo con los humanos al mismo tiempo que mostrar la euforia que trae el alto rendimiento en su respectiva habilidad. Ciertamente el 100% de los animales deportivos no reciben el óptimo cuidado, tal como el 100% de la humanidad tampoco recibe el óptimo trato de sus prójimos, pero no por eso prohibimos la participación deportiva de las personas.  

También es cierto que hay actividades impuestas unilateralmente, que dada la oportunidad de escoger, los implicados preferirían no ser partícipes. La buena crianza hogareña de nuestros hijos, su buena educación en las aulas escolares y su formación profesional en el ámbito laboral todo implica decisiones unilaterales que no necesariamente son del agrado de quienes controlamos y/o guiamos en la vida. Muchas veces las demandas son con fines de conveniencia de quien está en la posición de mando y eso simplemente es una parte de la  realidad de la vida.

Esto es parte de la definición de la domesticación donde asumimos la responsabilidad por el cuidado de los animales aliviando la estresante situación de sobrevivir de manera salvaje, para tener el derecho de determinar cuales serán sus funciones en la vida. Algunos tendrán que cobrar patos en las frías aguas de las bahías, otros correrán en hielo y nieve por más de 160 Km. por día por más de una semana en competencias en Alaska, otros tendrán que saltar obstáculos jamás contemplados en la naturaleza, otros pondrán el hombro todo el día en el yugo para limpiar y preparar tierras, otros llevarán mensajes por cientos de kilómetros aéreos o por distancias más cortas a través de un campo activo de guerra. Otros llevaran cargas descendiendo de los Andes hasta el Océano Pacífico, algunos serán una fuente de transporte a través de los desiertos más áridos del mundo, otros trabajaran jornadas largas en los inundados campos de arroz mientras que otros se tratarán como realeza por tan solo correr dos carreras al mes que conllevan esfuerzos entre uno a dos y medio minutos de duración. Poco en la vida de los animales domésticos que hemos usado por los últimos 12 mil años es voluntario, pero no por eso significa una vida de sufrimiento. 

Es valorable que hay quienes se preocupan por el bienestar de los animales domésticos que de tantas maneras han contribuido a la calidad de vida de nuestra humanidad. Sugerencias de cómo podemos preocuparnos más por los animales que dependen de nosotros siempre deben ser bienvenidos. Pero inquieta cuando los menos entendidos en los cuidados y la convivencia digna con los animales que sirven a la humanidad  se dedican a criticar bajo pretextos utópicos que no se ajustan a la realidad de millones de animales que sirven al ser humano de uno u otra manera.  

Hay desasosiego que sus voces no tienen el afán de mejorar la larga relación entre los animales domésticos y la humanidad, sino destruirlo donde se le antoja. Esto demuestra una falta de comprensión de la trayectoria humana que tanto se ha inter-relacionado a través del tiempo, no solo para el beneficio de los animales, sino también para  el  tremendo aporte que ha hecho para el impacto económico en la humanidad.

El Rodeo Chileno tiene muchas explicaciones de por que es mal percibido por quienes no conocen o comprenden este complejo deporte. Muchos artículos han justificado su presencia por ser una apreciada tradición, o por ser un aporte impresionante al producto interno bruto y respaldo a las muy deseadas cifras de empleo. Pero no importa que defensas hacemos de este lindo espectáculo, siempre el desconocedor de animales se queda con la impresión de cómo el o ella sufriría si un caballo de 400 Kg lo atajara contra una pared.

No importa que expliquemos que la quincha es acolchada, que su forma esta hecha para amortiguar el contacto con el bovino levantando sus patas y causándolo caer al suelo de arena suelta (la forma de la quincha y NO el ímpetu del caballo es la causa principal de la caída del novillo) o que los reglamentos definen que el contacto con el novillo tiene que iniciarse 12m antes de la quincha asegurando que el caballo detiene el novillo con un empujón y NO con un golpe.  Para el que no entiende, no pueden pensar otra cosa que como ELLOS sufrirían si recibieran ese trato.

Lo que espero que este escrito aclare es que no se atajan humanos. Se atajan novillos de un peso similar al caballo con un sentido del dolor mucho menos desarrollado que el humano y que no dimensionan este contacto como sufrimiento. Sería injusto si no admito que hay áreas donde podemos seguir mejorando el trato animal en los rodeos, así como también en los campos y más aún en las casas de todo dueño de mascota.  En cuanto al tema en discusión, le puedo asegurar que nuestro rubro hará lo posible por seguir velando por lo animales que tanto apreciamos, porque nuestra vida vibra entorno a nuestra relación con ellos!  El rodeo es una de las razones principales que hoy día podemos decir que tenemos la raza vaquera de más prestigio en el mundo y es indispensable seguirla midiendo con la misma vara funcional.

Hasta la Próxima

rra

08/09/2016