Por Qué es Un Deber Conservar Nuestra Raza Nacional

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Por Qué es Un Deber Conservar Nuestra Raza Nacional

por

 

Randall Ray Arms, PAS

 

Para la mayoría de los fanáticos del Caballo Chileno el conservar nuestra raza nacional simplemente es mantener vigente una raza que ha mostrado ser lo más propicio para el deporte ecuestre nacional más popular…el RODEO. La mayoría de los chilenos no tienen idea de la trayectoria histórica de la raza o como esos hechos están posicionados en el desarrollo de razas en Sudamérica, el Hemisferio Oeste o el mundo entero. Los que tienen más conocimiento de los hechos históricos y/o quizás también son parte de familias que tienen un vínculo cercano con la raza a través del tiempo, tienen una razón más emotiva para enorgullecerse de esta raza que por tantos años ha establecido la pauta de linajes registradas en Latino America. No obstante, muchas de estas almas nacionalistas tampoco entienden plenamente por qué el historial del Caballo Chileno es tan especial en los anales de la producción animal internacional. Para eso hay que tener un entendimiento del papel que juega el tiempo, la pureza y la selección en los objetivos de cualquier “raza” en el sentido clásico de la palabra.


El perfeccionamiento de la uniformidad de una especie silvestre demora millones de años de  selección natural  y esa prepotencia genética ha sido la ambición del hombre desde que comenzó a domesticar animales para su uso.

Para una mejor comprensión de este tema que amerita que todo chileno comprenda, debemos empezar por la domesticación de animales que inicio el hombre por lo menos 12 mil años atrás. Durante 85% de la existencia de la humanidad los grandes mamíferos no fueron una fuente de nutrientes de consideración. No obstante hace como 750.000 años atrás los hombres de antaño tomaron un estilo de vida de cazador y recolector de lo que oportunamente cruzaba su camino. Hace 80.000 años el descubrimiento de herramientas como la lanza con punta de piedra puntiaguda creo un interés activo en la cacería intencional de mamíferos. Estos no solo proveían fuentes de nutrientes, pero también prometían una fuente de materia prima para viviendas y vestidumbre, herramientas de trabajo, pegamentos y repelentes y hasta el combustible que se necesitaba para temperar la vivienda o cocinar los insumos.  Con el pasar del tiempo el desarrollo del Homo sapiens lo vincula más y más cerca de la existencia de mamíferos por el hecho que era una fuente amplia de múltiples necesidades del hombre.

Podemos concluir que por decenas de miles de años el hombre se dedicó a estudiar cuidadosamente a los mamíferos que lo rodeaban. Debido a la gran similitud entre miembros de cada especie, terminaron haciendo conclusiones sobre características predecibles de cada una. Esto ayudó entender el reino animal que rodeaba el hombre en cada rincón del planeta y permitió ser mas efectivo en la cacería de los mismos por tener una mejor comprensión de sus capacidades fisiológicas y  habilidades mentales cognitivas e instintivas. Por decenas de miles de años el hombre estudió y admiró la homogeneidad de las especies silvestres. Con el pasar del tiempo empezó a dar por  hecho muchas conclusiones que ayudaron suplir las necesidades del hombre nómada que existían en pequeñas bandas familiares. 

Cuando el hombre empieza a encontrar áreas de más alta concentración de semillas no perecibles que no solo permiten proveer sus necesidades inmediatas, pero también guardar excedentes para épocas de escasez, el hombre se va haciendo más sedentario con agrupaciones sociales que pasan de bandas familiares a tribus de más complejidad. Al tornarse más territorial y restringir su seguimiento de las migraciones de grandes mamíferos, nace la idea de la domesticación de los animales silvestres para suplir su fuente de esa materia prima por un periodo más constante durante el año. 

El resultado fue que el hombre intentó capturar y confinar a una gran diversidad de animales con la intención de domesticarlos. No obstante no fue tanto la inteligencia del hombre para transformar animales silvestres en domésticos, como lo fue la predisposición que tenían ciertas especies a mostrar tendencias más sumisas antes las restricciones que imponían los hombres. A la larga, solo 14 de 148 especies de herbívoros terrestres mostraron tener los requisitos de un temperamento pasivo, una adecuada taza de crecimiento, la habilidad de reproducirse en confinamiento, un reducido instinto de huir y una estructura social que se prestaba para la domesticación. Cuando se intentó la domesticación con estas 14 especies, permitió iniciar una relación de dependencia y control del hombre que también obligó su influencia en la selección.

Aunque es difícil imaginar hoy día, el hombre primitivo no tenía por qué dudar que los primeros intentos de la domesticación dieran productos idénticos a la especie de la cual provenían. Todo en la naturaleza dictaminaba que reproducir ejemplares de características similares debiera dar progenie muy parecida. Ese resultado era esperado, era natural, era lo que toda especie viviente mostraba con creces a su alrededor. Sin embargo, la gran frustración del hombre por muchos milenios fue que a medida que el hombre interfería en la reproducción domestica, los resultados eran más y más variables e imprevisibles. Imagínense,  lo que era no entender como controlar la uniformidad de un subtipo artificial de una especie que en la naturaleza mostraba ser perfectamente definido en todos sus parámetros percibibles. 

Trato de dar este resumen breve de las hazañas de la domesticación para que el lector pueda entender la importancia que tuvo la realización en el siglo XVI que el uso de ancestros comunes, características consistentemente distinguibles, una propagación controlada, una función definida y en una preferencia para un cierto entorno ambiental, el hombre pudo acercarse lo más posible a los logros de la naturaleza.  Las primeras razas equinas salieron de la corte del Rey Felipe II (Caballo Español o Andaluz como es mejor conocido en las Américas, 1567) y la corte de los Hapsburgs del Imperio Austriaco (Kladrub 1560 y Lipizzaners 1580). El desarrollo de la raza Española en particular fue una magistral porque en 30 años de selección estricta lograron sus objetivos y rotundamente cerraron los libros genealógicos durante los 232 años que la corte real siguió perfeccionando el caballo. Fue un inicio ejemplar de una clásica formación racial.

Aún dos siglos antes de conocer los principios genéticos de Mendel que abrirían las puertas más a incrementar la posibilidad de definir el resultado de una reproducción entre dos ejemplares de una sola especie, el hombre ya empezaba a reconocer las variables que luego se identificarían como causantes de más homocigocidad dentro de una demarcación genética reducida. Cuando la ciencia finalmente descubrió el mecanismo de la transmisión de material genético, contribuyó a una tremenda iluminación para la humanidad y sin duda una herramienta impactante en la producción animal.

Los números de integrantes en la formación de una nueva raza y el grado de presión en la selección de la misma, determinarían cuanto tiempo se requeriría para lograr las características que definen la misma. Está claro que entre más generaciones pasan por el proceso de selección, más uniforme sería el material genético. Pero si hay una cosa que es crucial para una propagación fiel de una agrupación animal es llegar a tener un registro cerrado. Nuevamente la naturaleza nos hace ver la importancia de este criterio porque bajo circunstancias normales la mayoría de las especies silvestres tienen una fuerte preferencia de solo cruzarse entre ellos. No obstante, los miembros de la misma especie que el hombre intenta manipular en agrupaciones raciales,  claramente son capaces de cruzar afuera de su agrupación artificial.  Esto abre la puerta a la prostitución de la raza usando mestizajes para lograr avanzar más rápidamente que el tedioso, pero más seguro, avance a través de la selección. 

Hoy en día el mundo esta lleno de “razas” que buscan nuevos objetivos combinando acervos genéticos de distintas razas que se cruzan entre si.  También hay razas establecidas que una o múltiples veces cambian de rumbo sus metas establecidas e introducen razas ajenas (oficialmente permitidas o inescrupulosamente usando razas no permitidas) para acortar el camino a los cambiantes objetivos buscados. Sin duda que el mestizaje logra cambios fenotipicos más precoces, pero también es cierto amplía, en vez de acorta, el acervo genético haciendo que la raza sea menos prepotente en traspasar características deseables a futuras generaciones. En este sentido la naturaleza es sabia en no utilizar el “mestizaje” o cruces ínter especies para lograr los efectos deseados. Más bien su “registro de especie” permanece cerrado para que los cambios convenientes solo se logren dentro de la genealogía que define su cofradía silvestre. 

La comprensión de la necesidad de restringir el acervo genético que fue identificable después del descubrimiento del rubro de la genética, hizo que en ese mismo siglo se empezó a contemplar la posibilidad de registros formales de razas que unirían criterios en animales de similares características morfológicas, temperamentales y aptitudes de productividad y/o funcionalidad  Esto fue un paso gigantesco para la agricultura que fue muy respetado por los fundadores de razas de aquellas épocas que tenían una buena comprensión de la evolución animal. Desgraciadamente, con el pasar del tiempo, no ha sido tan comprendido por criadores que empezaron a corromper la definición “clásica” de una raza en particular.

Hoy en día, desgraciadamente se dice que una raza puede definirse por la forma que quieran sus fundadores. Me temo que discrepo con esta mentalidad ya que a mi entender una raza debe tener criterios tan definidos como los que determinan un Orden, una Familia, un Género o una Especie. La raza es una transición lógica de esa progresión de selectividad, pero que se presta para envilecerse porque a diferencia de los otros términos taxonómicos, la raza lo definen la honestidad y responsabilidad del hombre que la crea en un tiempo comparativamente corto. 

En el reino animal hay tres factores que tienen la mayor influencia en la formación de una especie bajo condiciones naturales y estos son 1) tiempo 2) pureza y 3) selección.

Para los animales silvestres la selección natural es para asegurar la subsistencia de una especie en un nicho ambiental donde puede cumplir una función necesaria en la cadena biológica. El criterio de selección es severo y sin piedad para aquellos que no cumplen con los parámetros requeridos y esto va creando un acervo genético cada vez más demarcado a la especificidad de la raza. Sin embargo, para obtener ese grado de uniformidad que evidenciamos en especies silvestres, requiere de millones de años de selección natural. De hecho un género requiere de 6 millones de años de una agrupación monofilética de especies para definirse! 

Por lo tanto, si bien como hombre podemos acortar el camino a una meta de gran similitud al imponer una selección más específica, está claro que si los resultados se comparan con las especies naturales que tanto admiramos, necesitamos contar con la mayor cantidad de tiempo posible.  Solo así podemos obtener la prepotencia para ser consistentes en transmitir fielmente las características de nuestras razas domésticas. Entre más años de selección dentro de una aglomeración genética restringida, más pureza tendrá nuestra raza y más predeciblemente traspasarán las características deseadas de una generación en otra.

   Nótese que el caballo que el General Baquedano usó en la Guerra del Pacífico, evidencia la misma morfología que el caballo chileno contemporáneo que monta el campeón Lalo Tamayo

Ahora, con esta base de conocimientos podemos tocar la importancia que tiene esta información respecto el Caballo Chileno. En el mismo siglo que los principios de la genética fueron pronunciados por Mendel, solo cinco razas equinas fueron formalizadas con registros en todo el Hemisferio Oeste. La más antigua fue el Fina Sangre Ingles (Thoroughbred) que realmente traía registros desde Inglaterra donde empezó como una raza compuesta de Árabe, Turco, Berberisco, Ibérico y Galloway. Su “Stud Book” en Inglaterra data de 1791, pero la versión Americana no fue internacionalmente aceptada hasta 1949. El que le siguió fue el Trotón de Carrera (Standardbred) con registros oficiales desde 1869 después de tener contribuciones del FSI y caballos no inscritos del tipo Narragansett y Morgan.  Ambas razas que preceden el Caballo Chileno en su formalización fueron razas compuestas que combinaron genealogías establecidas de diversas fuentes y solamente tenían UN criterio primordial para su aceptación lo cual era, la velocidad. Por no tener un standard fenotípico en ellas se encuentra una gran diversidad morfológica y por ende sería más puntual llamarlas registros exclusivamente funcionales.

Dos años antes que se formalizó la raza del Caballo Chileno, otra raza llamada Fina Sangre de Silla (Saddlebred) se formó en Norte America en 1891. Esta tenía una  definición mucho más clásica ya que tomaba en cuenta un standard fenotípico, una especificidad funcional y  un criterio común de temperamento. Sin embargo el Fina Sangre de Silla también es una raza compuesta que une las sangres de los caballos de la época conocidos como Canadienses, Narragansett de Paso, Morgan, Caballos Españoles y trotoneros comunes. Tantas fuentes genéticas diversas en su origen no se prestaron para una similitud en su cimiento genético.

La cuarta raza registrada de las Américas es la única que se origina en Latinoamérica y se trata de nuestro querido Caballo Chileno que se formalizó con un registro oficial en 1893. Veinte y cinco años antes que existiera cualquiera otra raza equina en Sudamérica, el Caballo Chileno se corona como la raza vaquera más antigua de TODAS las Américas. Mas aún a diferencia de la mayoría de las razas Americanas, desde el inicio el Caballo Chileno se definió como una raza originaria ya que la genealogía seleccionada para su formación fue exclusivamente sangre de origen Ibérico que se había ambientado al clima y topografía de Chile Central por más de 325 años. No solo no podemos atribuir los genes del Caballo Chileno a la influencia de ninguna otra raza, pero además sus antecesores en su gran mayoría fueron productos de crianza y selección domestica (a diferencia de manadas de mustangs, cimarrones y baguales que desarrollaron equinos salvajes en norte y sur América con una selección natural). Esta selección tenía el fin principal de producir un caballo sufrido, velocista, bueno para los cerros, vaquero por excelencia, temperamento dócil y entrenable.  Claramente, el aislamiento geográfico de Chile se prestó para un acopio genético restringido durante los primeros cuatro siglos que compusieron el Reinado y Republica de Chile.

Por lo tanto, como chilenos podemos estar muy orgullosos de tener una de las razas registradas más antiguas de las Américas, así cumpliendo con la virtud de tener más generaciones de selección. Además, su única fuente de nuevos ingresos al registro inicial fueron adicionales animales de lugares remotos de Chile que poseían todas las características de ser ejemplares de sangres originarias. Posterior, en 1934, cuando finalmente se cerró el registro a todo caballo que no provenía de padres inscritos (para potros se cerró en 1930), Chile obtuvo la atribución de ser la primera raza vaquera de formalizar un Stud Book cerrado, lo cual sigue de tal manera hasta el día de hoy.

De hecho las principales razas vaqueras de nuestro hemisferio (Cuarto de Milla, American Paint Horse, Appaloosa, Azteca y Criollo) todas son razas que han mantenido registros abiertos a diversas razas mejoradoras. El Caballo Chileno es la única raza Americana que ha mantenido la definición racial clásica que estipula que debe ser:

Un grupo de equinos domésticos con un registro cerrado, compuesto de una población homogénea, que son fácilmente identificables por sus características fenotípicas, los cuales deben ser altamente transmisibles y que a la vez poseen cualidades fisiológicas y sicológicas que los hacen más adeptos para funciones específicas que justificaron su formación, al menos, en el medio ambiente donde se desarrollaron.

Como pueden ver si a esta definición le quitamos la palabra “domésticos” e interpretamos que un registro cerrado equivale solo cubrir animales de su mismo tipo, esta dilucidación también sería aplicable para especies silvestres. Este hecho nos hace retornar a los objetivos de domesticación que intentaron reproducir la eficacia de la producción animal en la vida salvaje. Al crear razas, los humanos no solo desearon procrear más ejemplares de la especie, pero más bien intentaron hilar mas fino en crear linajes de funciones especializadas en metas que servían mejor a la humanidad.

El querer imitar la naturaleza es un reto inmenso, pero para hacerlo bien debemos usar los criterios que la naturaza define para obtener la pureza genética que eficazmente prolifera las cualidades deseadas. TIEMPO, PUREZA y SELECCIÓN son las herramientas que deben dictaminar la creación de una verdadera raza. Los que quieren recortar el camino persiguiendo metas a corto plazo, preocupándose de una sola parte de la definición racial, sin la pureza requerida para una prepotente reproducción, tienen el derecho de hacerlo. Sin embargo, no merecen identificarse como verdaderas razas, sino como distintas clases de “registros” que indudablemente llevan un control de los antepasados, sean cual sean sus orígenes o motivo de selección.

Una verdadera raza requiere de mucho más empeño que eso.  Cuando el grado de respeto e integridad existe para nombrarse criador de una verdadera raza, es algo que hay que cuidar como hueso santo. Los criadores de Caballos Chilenos tienen el privilegio de ser parte de ese grupo selecto en la producción animal. No obstante, dar un mal paso en el camino puede echar a perder todo lo valiosos que nos han regalado nuestros antepasado y nos puede quitar de la mano la posibilidad de tan orgullosamente traspasar ese tesoro nacional a las generaciones futuras de Chile. 

El Caballo Chileno indudablemente es un caballo vaquero extraordinario que llena de satisfacción todos los fanáticos del rodeo. Sin duda, que también es un símbolo de nuestro orgullo nacional para quienes conocen su larga trayectoria en la formación de este país.  Pero si meditamos bien los hechos que aquí intento transmitir, podemos concluir que la imagen grande nos debe hacer ver que el Caballo Chileno es uno de los impresionantes logros humanos de todos los tiempos en la producción mundial de animales domésticos. Reconociendo esa realidad, me parece IMPOSIBLE contemplar otra cosa que no sea preservar la identidad y pureza de esta raza que tanto enaltece nuestra patria.

 RRA

15/11/2015

 

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