Animales Que Nos Traen Larga Vida y Felicidad

Escrito por Randall Ray Arms el . Publicado en Mis Artículos

Animales Que Nos Traen Larga Vida y Felicidad

por

Randall Ray Arms, PAS

 

          

En 1953 cuando el mundo se percató que existía el ADN, hubo un enfático cambio respecto a ver nuestras vidas como una predestinada determinación definida por nuestra genética. En cierto modo justificamos nuestras limitaciones, halagábamos nuestras virtudes y temíamos nuestras enfermedades como algo innegablemente controlado por los genes que recibimos de nuestros padres.

No obstante, al determinar la limitada cantidad de genes que poseíamos con relación a la infinidad de variables en nuestra especie, surgió el conocimiento que había muchas cosas que influían como actuaría cada elemento de nuestra genealogía. Realmente, desde 1942 esa observación de los conocimientos más básicos de la genética, se dio a conocer como la “epigenética” y se trataba de todas las influencias ambientales que tenían un efecto sobre la expresión de nuestros genes. A medida que las investigaciones nos han definido mejor esta rama tan activamente investigada en el siglo XXI, ahora nos informan que solo un 20% de los que nos define es determinado estrictamente por genes específicos. En cambio, el 80% de nuestras características son maleables por decisiones o circunstancias externas que tienen efectos sobre como nuestros genes se expresan.

Ya han definido elementos que apagan o encienden las propiedades de cada gen, y en la mayoría de los casos esto no es una condición estática, sino que más bien puede variar innumerables veces según las condiciones, emociones y nutrientes a los cuales nos exponemos. Lo importante es que cuando un gen es apagado su potencial genético aun existe y solo se encuentra latente. Esto es importante distinguir porque hay otras condiciones que apagan el gen del todo haciendo que el potencial genético ya no quede al alcance del cuerpo. También han encontrado factores que aumentan o disminuyen el ente de influencia que ejerce un gen haciendo que tenga mas o menos impacto. Seguramente el futuro traerá mas complejidades a la genética que ya ha cambiado el ADN como algo bidimensional a algo mucho más complejo con tres o hasta cuatro dimensiones.

La razón que esto es importante es que nos libera de los pensamientos restrictivos de ser predestinados a ser personas con capacidades definidas por nuestros ancestros directos o en ocasión, los más lejanos. Si bien es cierto que podemos tener una predisposición a ser obeso, alcohólico, atleta, artista o antisocial, el hecho es que en la mayoría de las características que nos definen, existen influencias ajenas a nuestros genes que determinan en un 80% como se refleja el resultado final. Muchas de esas influencias son decisiones que nosotros podemos tomar para moldear nuestras vidas según las metas que nos imponemos.

Por lo general, la felicidad es fuertemente influenciada por nuestra salud, ya que pocos desean estar enfermos y mucho menos sentirse más feliz estándolo. Mucho se habla de las áreas que tenemos que darle importancia para lograr la salud y todos hemos escuchado lo aconsejable que es percatarse de la nutrición adecuada; el ejercicio; la cantidad y calidad de sueño; el evitar una vida estresada; y los tóxicos endógenos y exógenos a la cual nos exponemos a diario. Todas esas cosas forman parte de las influencias epigenéticas que tienen fuertes atribuciones en como nuestros genes se expresan. Por lo tanto, abren una ventana de luz esperanzadora que hay mucho que podemos hacer para promover nuestra salud en base a la calidad de una vida más longeva y así corroborar con una parte muy importante de la felicidad.

A pesar, que tanto énfasis se la ha dado a estos factores que sin duda tienen una influencia en nuestras vidas, se ha empezado a estudiar la genómica social. Para nuestra gran sorpresa, resulta que nuestras interrelaciones con otros seres, también afecta nuestra salud al tener una manera de alterar la expresión de nuestros genes. Siempre ha habido cierto interés de estudiar los efectos fisiológicos sobre nuestros modos de comportamiento. No obstante, esta nueva rama de la ciencia empezó a mirar la cara inversa, analizando como nuestros comportamientos pueden estar afectando los factores fisiológicos como hormonas, el sistema inmune, el sistema nervioso, etc. O sea, parece ser que es muy viable que como percibimos nuestras interacciones con otros seres, puede afectar un sinfín de redes neurológicas que penetran nuestro ADN e influyen como son, o no son expresados nuestros genes.

La falta de interacciones con otros, por lo general, lo determinamos como un sentido de soledad. Por lo tanto, muchos ensayos empiezan a analizar factores que difieren entre gente con interacción personal con otros seres y aquellos que no lo tienen por tener un aislamiento, sea obligado o auto impuesto. De hecho, cada dia vivimos en una era donde la soledad es más y más común. En EE.UU. se calcula que hay casi 50 millones de personas sobre 45 años que sufren de soledad crónica. Mas de la mitad de la población no se encuentra casado y los números de matrimonios e hijos dentro del matrimonio siguen declinando. La relación constante que tantos ciudadanos tienen con sus instrumentos electrónicos ha substituido muchas relaciones humanas. El incremento en la expectativa de vida hace que los mas longevos entran en depresivos periodos de soledad antes de finalizar su tiempo en este mundo. En fin, la soledad se está volviendo una epidemia.

Siempre ha existido prueba de lo dañino que es la soledad. La taza de mortandad en neonatales que tienen poco contacto humano es mayor. La adaptación social de niños adoptados por familias que lo inhiben de atención es sumamente inferior. De hecho, uno de los castigos menos soportado en la prisión es el confinamiento solitario. Hasta en la escuela el estudiante mal portado se castigaba con sentarse en una esquina y no tener ningún compañero a la vista. Restringir el contacto social, sea por imposición o por la voluntad de personas muy introvertidas, es algo que sabemos hace tiempo afectó la siquis de quienes son víctimas.

Pero ahora, hay ensayos con más de 20 mil personas que determinan qué genes afectan los solitarios y no perturban a los más sociales. En los más de 20 mil genes dentro de los humanos, alrededor de 10% de ellos mostraron un cambio en su expresión entre los que sufrían de soledad y sus contrapartes más sociales. Los resultados mostraron que esto genes no eran una muestra al azar, pero más bien caían en una categoría de genes que tenían que ver con una función de responder ante ataques virales, o genes que creaban anticuerpos, o genes que aceleraban la fase de inflamación celular. 

Esto demuestra que la soledad no solo crea problemas de la salud mental, pero también hace que las personas son más susceptibles a problemas, y peor aún, disminuye las herramientas adecuadas para combatir males fisiológicos. Obviamente, esto crea resistencias en caso de futuras agresiones similares, después de experimentar enfermedades o recibir vacunaciones. Ahora existe mucha evidencia que la soledad da un mayor riesgo de mortandad y lo realmente sorprendente, es que excede la mayoría de los otros retos que todos venimos escuchando hace mucho tiempo.

La soledad tiene una mayor influencia en muertes prematuras que la obesidad. Una persona solitaria tiene 50% más probabilidades de una muerte prematura que una persona social, mientras que la obesidad incrementa la probabilidad en un 30%. Tener una red amplia de amistades y buenos amigos resulta ser el doble de importancia que la nutrición y el ejercicio juntos. Un estudio de 3 mil mujeres con cáncer de senos mostró que las mujeres con poca vinculación social tenían una taza de mortalidad cuatro veces mayor a aquellas que gozaban de una vida ampliamente social. En fin, a pesar de que muchos factores influyen lo longevo de los humanos, tener amigos(as) cercanos y una fuerte interrelación social resulta ser el factor más importante para predecir la duración de la vida.

La soledad se define como “el sentimiento de tristeza o melancolía por estar solo, sin compañía”. El sentimiento se puede cuantificar por la cantidad de compañeros y/o la intensidad de la relación que uno tiene con los que son más frecuentes y cercanos. En ningún lado se estipula que la soledad implica tener únicamente compañeros humanos. Muchos ejemplos existen de como gente obtienen una socialización importante y valiosa con animales. Lo que si implica es tener más que una observación lejana de animales en su estado libre. Sin menospreciar la satisfacción que pueden dar las largas horas de observación de ornitólogos o entomólogos, un compañerismo, implica una relación con intercambio de atenciones y emociones mutuas. Por más que admiramos los cóndores en sus gloriosas e interminables planeada por las alturas, o el salto de las majestuosas ballenas juguetonas que gozan en darnos espectáculos, esta admiración de las incansables exhibiciones naturales, no satisfacen nuestra necesidad para socializar con un compañero.

Muy ocasionalmente hay ejemplos de animales salvajes que tienen relaciones amistosas con ejemplares de otras especies. Hace poco observé con asombro un video de un venado huérfano que se crio en el jardín de una casa junto al perro Gran Danés de los dueños del hogar. El venadito maduró y se volvió a incorporar a los bosques aledaños, pero nunca dejó de visitar su amiga canina TODOS los días por los próximos cinco años que duró su vida. Incluso a la hora de sus múltiples partos, llegaba su hogar neonatal para presentar su extendida familia. Ese venado tenia toda la libertad de seguir permanente con la manada de su especie, pero nunca dejó de apreciar el compañerismo de su amiga Gran Danés, con la cual jugaba alegremente como joven y con la cual simplemente se recostaba unidos de cuerpo como adultos.

Como esos ejemplos hay muchos casos asombrosos documentados. Estos van desde la amistad entre gatos y guarenes; zorros con perros; caballos de carreras con cerdos; cabras y ovejas; león con coyote; vaca con tortuga; rinoceronte con cordero; gato con búho; jirafa con avestruz; elefante con oveja; guepardo con perro; delfín con león marino y hasta los inseparables tres “hermanos” compuesto de un tigre, un oso y un león.    

Pero si los ejemplos interespécie de animales existen en más limitados números, las relaciones amigables entre humanos y animales silvestres también se han dado a conocer.  La leona “Elsa” que nunca será olvidada por su atípica íntima amistad con George y Joy Adamson, fue la figura central en la novela y película “Born Free”.  Aún, cuando se le hizo la exitosa transición a la libertad, ella no olvidó los lazos fraternales con esta pareja que la quiso como una hija. Las relaciones humanas también en escasas ocasiones pueden prestarse para formar parte de la sociedad de animales silvestres. Pocas veces esto se mostró más enfáticamente que la aceptación comunitaria que obtuvo la primatóloga Jane Goodall con los chimpancés durante sus 45 años en el Parque Nacional de Gombe Stream en Tanzania . En todas estas relaciones la amistad se definió por muchos intercambios de comunicación con lenguajes corporales que motivaron muestras de cercanía y cariño entre los protagonistas de distintas especies.

Lo que en todos estos ejemplos sale a reducir sin discusión es que ambos miembros de las relaciones interespécies obtienen un grado muy significativo de felicidad debido a la cercana socialización con un ser al cual obtiene una cercanía muy emotiva. Sería imposible que tratando con animales silvestres con la libertad de escoger la distancia más cómoda para ellos en un medio ambiente donde están perfectamente adaptados, que el voluntario acercamiento con muestras de afecto no fueran una total muestra de sincera amistad recíproca. Si esto es posible con animales que no tienen ninguna selección para docilidad, e incluso, si se da en ciertos casos entre dos especies que en la naturaleza son caracterizados como enemigos por ser representantes de ambos, cazador y presa, ¿Que se podrá decir de la relación entre humanos y animales domésticos?

Los animales domésticos se identificaron por encontrar especies que tenían cierta disposición para aceptar la presencia del hombre. Nuestro cambio a comunidades sedentarias más grandes nos hizo buscar animales que podíamos mantener más de cerca, mientras aceptaban nuestra imposición de restricciones de área. Inicialmente, nuestro interés fue únicamente de mantener adultos como un inventario conveniente para los productos que nos proveían. Pero a medida que nuestras necesidades crecieron, la idea de reproducir los animales para incrementar números se hizo conveniente. Es importante notar que muchos fueron los animales que intentamos domesticar, pero más que la proeza humana en lograrlo, fueron las características de ciertas especies que se prestaron para permitirnos tener un comienzo en el intento de la domesticación. De 148 herbívoros terrestres solo 14 mostraron tener características necesarias para soportar una vida cautiva. Esto se determinó por rasgos como temperamentos dóciles, buena taza de crecimiento, la habilidad de reproducir en cautiverio, un reducido instinto de huir y una estructura social que se prestaba para la domesticación. Entre 400 A.C. y 12.000 A.C. por lo menos 22 especies se prestaron para la domesticación y todos menos uno, gozan de mas de 3.000 años de tener una dependencia con el hombre.

Si empezamos con animales con cierta afinidad para vivir bajo el control del hombre, la subsiguiente selección a través de 25 a 120 siglos de crear un vínculo con el hombre claramente hace entender que la relación entre animal doméstico y el humano llegó a ser muy cercano. Algunas de esas relaciones eran para proveer de carne, otros de leche, otros de fibra, otros de fuerza de carga o tiro, otros coadyuvaban en la cacería, otros como protagonistas de deportes, otros ofrecían protección, otros en el manejo y supervisión de ganado y otros de compañeros permanente en el diario vivir. Al domesticarlos con estos propósitos asignados, reciben a cambio vida, sin los innumerables riesgos que hay en la subsistencia silvestre.

Esta relación simbiótica entre ganadero y animal doméstico ofrece más posibilidades de nacer y sobre vivir. En la mayoría de las manadas silvestres, solo entre 45 y 57% de las yeguas llegan a concebir y después de todos los abortos, partos distócicos, muertes de neonatales, bajas a predadores, accidentes y efectos climáticos, las manadas de caballos solo crecen en un 10 a 20% anual. En la producción doméstica de caballos la concepción varía entre 60 y 80% y el destete de potrillos nacidos generalmente esta entre el 80 y 95%. Las manadas más grandes de caballos ferales en Australia pueden sufrir pérdidas de 40.000 caballos al año por problemas de sequía y eso no cuenta todas las pérdidas por morbosidad de los sobrevivientes. Los caballos silvestres son un símbolo de libertad e independencia, pero es innegable que pagan un precio alto de periodos de mucho sufrimiento, que se ve mucho menos en sus hermanos domésticos.

“La ley de la selva”, o “la sobrevivencia del mas apto”, es una realidad dura que mucho de los críticos de la producción animal, que solo conocen los animales por la televisión, no toman en cuenta. Los defectos de aplomos, los impedimentos a la locomoción, las enfermedades debilitantes, los comienzos del envejecimiento, o la simple desprevención del silencioso acecho de un predador, por lo general tienen finales tristes y sufridas. Otros sobrevivientes viven con cicatrices de encuentros cercanos, o con la pérdida de las orejas y colas por temperaturas frígidas en áreas templadas, o cientos de garrapatas y tórsalos en zonas tropicales. Madres que no tienen quien las defienda, tienen que aceptar la merma de un hijo, prefiriendo salvar sus propias vidas que pueden volver a reproducir.

Estampidas terroríficas que derraman adrenalina causan machucones, caídas y quebraduras óseas para los que no tuvieron la buena fortuna de correr entre multitudes sin un incidente grave. Las inflamaciones, fracturas y cortadas que en la libertad no reciben curaciones, pueden causar muertes lentas y agonizantes por infecciones que en la naturaleza no tienen tratamientos. Los nuevos machos dominantes que acaparan su trono, en muchas manadas se presta para un predecible infanticidio que mata todas las crias que el nuevo jefe de la manada sabe que no son su progenie. Áreas agrestes presentan más riesgos de picadas de culebras, ataques de aves de rapiña y muertes de lobos, coyotes, jaguares y pumas. Ante una insuficiente producción de leche, o una agalactia total, los neonatales simplemente mueren de inanición y/o deshidratación. La jerarquía en manada se establece por cortantes mordidas, o punzantes corneadas o patadas capaces de permanentemente inmovilizar sus víctimas. Muchas veces el agua bebible no se consigue a diario e implica caminar muchas decenas de kilómetros para beber de charcos llenos de lodo y contaminado de bacterias patógenas y parásitos.

Ver animales de lejos por cortos periodos de observación en las épocas más cómodas para visitar sus hábitats, no da una idea muy realista de la vida del animal salvaje. No trato de decir que toda su vida es sufrimiento, ni tampoco negar que tienen momentos de climas ideales y abundancia de nutrientes que los llenan de vigor. Ese escenario idóneo es el que generalmente filman los camarógrafos, ya que la mayoría de los televidentes urbanos encuentran desagradable ver el otro lado de la moneda, donde evidencia la cruda realidad que también es parte del reino animal.

Ante todos estos inconvenientes, creo que podemos entender porque la domesticación intentó buscar un sistema de crianza que disminuyera todas estas pérdidas a la producción.  La razón por esta vida mucho más segura y cómoda es por la intervención del hombre, el cual se sacrifica en muchísimas maneras para asegurar el bienestar de sus animales. Hay atenciones a los partos que salvan animales distócicos o inclusos en última instancia cesáreas que salvan madre e hijo.  Los cuidados de los neonatales, uso profiláctico de vitaminas y minerales, desparasitadas y vacunaciones, todas ayudan a un mejor crecimiento y vigor.  Descornadas previenen traumas en las manadas o mejor aún establecer cruces genéticos para imponer las razas encuestadas o mochos son soluciones más definitivas, aunque ambos nunca sucederían en estado feral. Las castraciones para evitar la agresión y cubriciones inconvenientes de machos intactos, asegura selección de cualidades más aptas para las metas que justifican su existencia en la sociedad. Atenciones a quebraduras, cirugías, inflamaciones, y síntomas de intoxicaciones todas son contribuciones del hombre para mejorar la calidad de vida del animal mientras esté a su cargo.

Si bien la vida menos sufrida que tienen los animales domésticos requiere de las atenciones de sus cuidadores, es muy difícil hacer estos múltiples cuidados sin un grado de amor para la zootecnia. La gran mayoría de la gente en el rubro de la producción animal lo hacen porque reciben una gran satisfacción de velar por la buena salud y productividad de los animales domésticos a sus cuidados. Todo buen ganadero reconocerá los animales en su hato y identificará características de su físico y comportamiento. Con el pasar de las generaciones, el significado de cada animal se trasfiere a descendientes que muchas veces obtienen algunas características reconocibles de los padres que dan un grado mayor de familiarización e identidad con la población en su cuido. La reciprocidad de afecto se puede notar con un ganadero consciente que frecuentemente visita sus amigos confinados a su propiedad. Estos aceptan su presencia en la manada, algunos se acercan para ser tocados y muchos siguen a su guardián humano donde sea que recorre los potreros. Si bien algunos lo hacen por acondicionamiento a recibir alguna clase de comida, también hay muchísimos ejemplos de quienes lo hacen simplemente para recibir atención de un amigo más.

En pocos lados se ve esta relación mas fortalecida que en los animales de trabajo. En los perros que tienen 12 mil años de domesticación se nota con su deseo de complacer su amigo humano con los comandos de un oficio que combina enseñanza y selección. No importa si es un perro de arreo, de cacería, de cobro, de trineo, de búsqueda y rescate, el entusiasmo en el trabajo que elabora al lado del hombre es notorio, ni hablar del cariño mutuo que demuestran entre horas de la labor de su alma.

Con los caballos pasa lo mismo, ya que los años de entrenamiento ordinariamente son superiores y por lo general se usan para disciplinas que son producto de una larga selección. El resultado es que estos ejemplares son mejor de lo común en estas actividades y realmente gozan llevando a cabo lo que han sido enseñados a ejecutar con respeto. Para ser bueno en carreras, salto, polo o trabajos vaqueros los caballos deben tener una predisposición a estas labores. A medida que se entrenan y se acondicionan para la especificidad de la dada función, el ejemplar se va dando cuenta de lo entretenido que es ejercer su ocupación especializada.

Pero no importa si las horas de trabajo con el caballo son para un deporte específico, o simplemente ser un sensitivo caballo de silla, o un confiable caballo de sendero montañoso, las horas que comparten los hombres con sus compañeros equinos, crea una creciente unión social entre el jinete y caballo. Recuerdo de joven estuve empezando un haras en la altura húmeda de Panamá y esto requería supervisar un buldócer y dos tractores en la limpieza de troncos y una cuadrilla haciendo los primeros cercos del haras. Mi primera residencia fue una de las casas más antiguas del valle de Cerro Punta y yo usaba un caballo FSI que había traído de EE.UU. para recorrer la propiedad y estar encima de todos los trabajos ampliamente distribuidos. Lo ensillaba después de desayunar, lo montaba hasta medio dia cuando regresaba a casa para almuerzo y luego lo ensillaba nuevamente para seguir montándolo hasta terminar el jornal cerca del atardecer. Esto se repetía dia tras dia, y un dia me di cuenta qué cuando me bajaba del caballo quedaba completamente quieto. Sin embargo, si yo empezaba caminar hacia un punto para ver una obra o hablar con un trabajador, el inmediatamente seguía detrás, como un perro. No fue nada que le enseñé. Él podría haber optado por quedarse donde estaba, o incluso caminar en otra dirección alejándose de mí. Pero su preferencia fue estar conmigo, porque yo era la persona que lo rasqueteaba en la mañana. Yo le daba de comer dos veces al dia, le limpiaba su pesebrera, le daba agua limpia y algunas golosinas de vegetales frescos que sobraban en la casa. Más aún yo era el que estaba en sus lomos casi todo el dia y también era la persona que no paraba de darle muestras de cariño durante todo el tiempo. El “Chiriquí County” era un potro joven entero y a pesar de que teníamos un grupo de yeguas en potreros cercanos, su preferencia era seguir donde fuera conmigo. Quizás esto no lo entienda un animalista de sofá, pero estoy seguro él me quería a mi tanto como yo lo quería a él y ese tipo de sentimiento y lealtad no se puede obligar.

¿Estaría más feliz estando en libertad con una manada de caballos? Posiblemente tendría muchos momentos de felicidad, pero también sé que tendría muchos momentos de retos muy difíciles. Quizás le daría igual tener el pelo largo con crin y cola enredado y cascos quebrándose de manera dispareja para solventar el exceso de crecimiento. Quizás su nutrición no sería óptima y viviría con más parásitos intestinales y se revolcaría más en el polvo para tratar de disminuir la inconfortabilidad de los parásitos externos. Quizás tendría que periódicamente mostrar su dominio de algunos en su manada y en otras ocasiones ser dominado por lo que estarían más alto en la escala de mando. A todo eso él se adaptaría y estaría relativamente feliz hasta tener que enfrentar los momentos más difíciles de su sobrevivencia sin nadie que velara por él. Pero todos los detalles que implica la domesticación, más el trato intensivo de un animal de trabajo que se vuelve íntimo en la relación humano/caballar, creo que ofrece una vida que compensa. Todo esto es para decir que un animal doméstico que se cuida y se trata con respeto, estoy seguro aprecia la relación con su amigo humano.

¿Y qué hace esta relación para nosotros? Es satisfactorio ver una manada de vacas u ovejas o cerdos muy homogéneos que son producto de la selección y cuidado de quien vela por su calidad de vida. Hay algo personal en saber identificar cada uno y que muchos de ellos le traen memorias de incidentes notables que tuvieron juntos. Así que no tengo duda que tener una crianza es un aporte similar a la socialización que tenemos con una comunidad de humanos conocidos, pero no íntimos amigos. A donde quiero llegar con esto es que la socialización, que aumenta las probabilidades de salud, puede ser con animales domésticos tanto como con humanos porque ellos han sido seleccionados por miles de años para la disposición de interactuar con nosotros.

¿Y qué hay de las relaciones más íntimas de familiares? Podrán los animales domésticos rellenar este vacío cuando uno se encuentra potencialmente solitario(a). Mi respuesta es un enfático si, para las personas que tienen una afinidad y verdadero amor para los animales que tienen el potencial de darle una amistad de esa calidad. Probablemente será un animal que verás muy a menudo y al cual le dedicarás una porción importante de tu tiempo. Puede ser un perro, un gato o un caballo que son los animales mas tradicionales. No obstante, también hay ejemplos de relaciones interespécies de humanos con aves, con cerdos, con cabras y realmente todos los animales que tienen miles de años de selección como animales domésticos. Los que no pensamos son tan apropiados es porque en su manejo común no son tratados tan personalizados, pero todo animal doméstico tiene una gran predisposición para formar vínculos cercanos con los humanos.

Ante la realidad que hay tantas personas solitarias en la sociedad y que a veces establecer relaciones con otros humanos es difícil por aislamiento, personalidades introvertidas, individuos depresivos o cualquier factor que hace sentirse no bien recibidos, los animales domésticos pueden ser de una gran ayuda en complementar esta necesidad de socializar. Un caballo corralero no solo ofrece un acercamiento sicológico importante para una vida más longeva y saludable, pero también ofrece una iniciativa de socializar con otros humanos con intereses parecidos. Además, contribuye al ejercicio exigente que pondrá demandas en el cuerpo y ayudará tener sueños más profundos.  Quizás el dia de la competencia podrá ser más estresante, pero todos los días de entrenamiento y paseos para acondicionar el caballo son realmente substitutos eficaces para el mejor sicólogo. Al pasear a caballo uno puede despreocuparse de donde anda pisando, mientras que la mente piensa en lo que quiere, o mejor aún, no piensa en nada para desahogar las preocupaciones.

Vale la pena mencionar que la soledad puede existir aun cuando uno se encuentra acompañado. A veces hay matrimonios incompatibles, o más común aún, parejas que pasan por altos y bajos que periódicamente dejan a uno pensando que no hay nadie que nos entiende, o con lo cual podemos ordenar nuestros pensamientos y sentimientos, sin ser juzgado o criticados. Un buen caballo es un excelente compañero que sabe entendernos sin interrumpir, y que a la larga nos permite autoanalizar nuestros conflictos internos para ver una actitud más positiva al recibir el retorno de un ejemplar que claramente nos aprecia a pesar de nuestras limitaciones o debilidades.

Todos los deportes ecuestres ofrecen un reto a la continua mejora en la relación entre el binomio. Lo que empieza por perfeccionar una unión en una disciplina, a la larga termina en valorar que ambos han tratado de dar lo mejor de sí, para un objetivo común.  En el transcurso del tiempo, acrecienta un innegable afecto que se ha desarrollado para el beneficio de la salud de ambos.

Ninguna de estas contribuciones a la sociedad, y a nosotros como individuos, serían posibles si ahora después de hasta 12 mil años de domesticación, nos obligaran a ver todos los animales impersonalmente como simples panoramas bonitos en el horizonte. Los animales domésticos se hicieron con un propósito justificable por más años de los que tenemos historia escrita de la humanidad. A pesar, que en todo modelo puede haber errores, o espacios para mejoría, es incuestionable que la relación que el ganadero tiene con sus animales trae numerosas ventajas para los animales domésticos, sus custodios, tanto como la sociedad en general.

Los nuevos avances de la ciencia nos indica que el factor más importante para tener una vida longeva y saludable es tener interacciones con otros seres. Sin embargo, la soledad afecta casi el 50% de nuestra sociedad, y las interacciones con animales es una manera de contrarrestar esta condición que disminuye años de vida. Los animales domésticos datan de eras prehistóricas y han sido seleccionado por muchos milenios para convivir e interactuar con humanos en modalidades sinérgicas. A través del amplio designio asignado los animales domésticos, la mutua dependencia entre el hombre y estas especies aptas para establecer ligaduras de afecto, son beneficiosos para la salud física y mental de ambas partes.

Lo que todo ganadero puede agradecer de un movimiento animalista consciente, es motivarnos a cuidar los animales domésticos mejor, para maximizar la productividad de propósitos establecidos. Ser animalista no dá el derecho de definir qué propósito es o no aceptable. Más bien, establece un gran aprecio y respeto por el animal que ejerce su función, en base a conocimientos y experiencias vividas. En ese sentido, los participantes sensatos en ambos lados del debate de derechos animales deben categorizarse como verdaderos “animalistas”. El objetivo recíproco debe ser una positiva evolución, porque destruir un modo de vida que data de los orígenes más ancestrales del hombre, para fortalecer la salud y la felicidad, no conduce a progreso.  

 

 RRA 09/10/2019