Despidiendo a un Gran Amigo

Escrito por Randall Ray Arms el . Publicado en Mis Artículos

                                  

   Despidiendo a un Gran Amigo

por Randall Ray Arms, PAS

 

 

 

El pasado 17 de septiembre recibí la impactante noticia que uno de mis mejores amigos se había montado en el tren celestial con destino al idílico mundo en el más allá. Dr. Manuel Valenzuela, mi querido amigo “Manolo” dejó este mundo terrenal demasiado temprano, pero así lo quiso el gran jefe arriba y El tendrá sus buenas razones. 

La verdad es que Manolo siempre vivió de años prestados ya que desde una precoz edad de adolescente tuvo que vivir con el reto de una diabetes Tipo I. Muchas veces me comentó que nunca se preocupaba respecto a cosas arriesgadas porque se imaginaba que de todas maneras esa enfermedad le tenía sus años contados. No importa si era en los golpes de sus días como jugador de rugby, o las peligrosas hazañas que conquistó como alpinista, o las innumerables confrontaciones con caballos de toda índole en su querida profesión de veterinario, Manolo siempre enfrentó los retos con entusiasmo y valentía como si no había un mañana. 

Pero esa energía casi siempre iba acompañada de un bien estudiado plan previo. Manuel era un consumado preocupado de la logística que siempre unía criterios eficientes con los métodos más prácticos. De hecho, a pesar de ser bueno dando órdenes y organizando personal, su ímpetu lo llevaba a liderar por ejemplo, al ser el primero que mostraba iniciativa para hacer las cosas.  

Siempre recuerdo que en una de nuestras muchas cabalgatas a la cordillera, donde contratábamos un arriero para guiarnos y encargarse de empacar los animales de carga, tuve que recordarle que tomara unos pasos atrás y dejara que el hombre hiciera su pega. Lo típico era que mi compañero tomaba la delantera en todo, mientras los trabajadores lo observaban haciendo su labor :). ¡Mientras uno pensaba las cosas, Manolo ya las estaba haciendo!  

Pero afuera de su valentía, energético espíritu y sentido organizativo, el Dr. Valenzuela era un gran analítico. Había veterinarios más duchos en teoría, otros más estudiosos y/o lectores, pero como clínico el Veterinario Valenzuela era difícil de superar. Sus observaciones eran agudas, su contemplación de posibilidades amplias y sus soluciones, por lo general, muy acertadas y hasta a veces muy creativas. Si tenías la tecnología a mano, sabía darle uso y si no, resolvía las cosas de alguna manera. Si bien al Doctor le costaba recordar la genealogía de los caballos, sus remembranzas de la gran cantidad de experiencias clínicas siempre formaban una parte muy vigente y disponible para enfrentar casos nuevos. Considero que Dr. Valenzuela era un gran veterinario y su mentor, el Dr. Maldonado, sin duda miró desde arriba orgulloso que su pupilo nunca lo decepcionó como profesional. 

Por muchos años Manolo y yo hacíamos una o dos cabalgatas al mes a diversas partes agrestes de Chile. Estos largos viajes, generalmente a solas, nos dio oportunidad de conocernos muy de cerca y esto repercutió en una cercana amistad inquebrantable en el tiempo y la distancia, que años posteriores nos separarían por circunstancias de nuestras respectivas vidas. Manolo era muy fácil de querer y por debajo de su trato algo áspero con su personal, evidenciaba un corazón inmenso, con mucha empatía por los demás. El resultado casi siempre era estar rodeado de trabajadores que le tenían un gran aprecio y daban el todo por él.  

No obstante, su sentimentalismo era más evidente cuando se trataba de su relación con la tierna y tan querida Majel.  Su relación conyugal era muy unida y no solo compartían una profesión, pero también un modo de ver la vida. Manuel siempre fue soñador, pero más allá de soñar, tenía una clara visión de que era lo quería y junto a Majel encontró la tenacidad de persistir hasta lograrlo. 

Esta cualidad lo llevó a cooperar con su madre haciendo empanadas muy de madrugada, para luego salir a venderlas en la calle con el fin de pagar su universidad. El hecho que a su padre le quitaron tres fundos en la época de la UP, no le quitó la vista a su objetivo de algún día graduarse como veterinario.  

Mientras daba sus excelentes servicios como veterinario para prestigiosos terceros, no dejó de pensar en algún día tener una Haras propia. El producto de esa autoimpuesta alta vara resultó en la creación de Haras Cordillera. Su inquietud por lograr el éxito dio lugar a que él y Majel no solo tuvieran más de un centenar de yeguas pensionistas, pero también la presencia de buenos potros prospectos importados de EE.UU. Justo cuando Haras Cordillera le pego a un padrillo líder de estadística como Daddy Long Legs y Manuel seguía sus visionarios sueños en mover sus operaciones al sur de Chile a un fundo de su propiedad, la vida de nuestro gran amigo infortunadamente llegó a su final. No obstante, esto no fue antes de comprobar la gran capacidad profesional y calidad humana que atrajo el éxito de sus caballos y el apoyo de sus muchos admiradores.  

De hecho, a pesar de todas las características admirables de este renombrado hombre, es la persona detrás del nombre que siempre extrañaré más. Ese padre de familia que se iluminaba hablando de sus tan queridas hijas. Ese padrastro sensible que hizo los hijos de Majel sentirse una parte íntegra de su familia. Ese hermano que empozaba sus ojos con lágrimas al recordar su querido Pato (Q.E.P.D) que tanto enfatizó los lazos familiares. Ese hijo que apreció y respetó su artística madre, que mostró ser fuerte y preocupada en los momentos más difíciles, asegurando mantener sus esperanzas de profesionalismo vivas. Ese hermano mayor que sacaba un día a la semana para recibir sus congéneres menores en casa, o coordinar acompañarlos a la Gran Manzana de Nueva York para juntos vivir momentos inolvidables. 

Esa persona detrás del nombre me fue un amigo fiel, preocupado y aconsejador. A Manolo le debo la salud de los caballos en los Corrales 2 y 3 durante los cinco años que ejercía la profesión de preparador en el Club Hípico de Santiago. A Manolo le debo mi introducción a la raza del Caballo Chileno cuando me aconsejo buscar mi primer caballo de silla donde el abuelo de su colega Emiliano Ruiz.  

Mientras en nuestros paseos yo cabalgaba en mi Cuarto de Milla importado, a Manuel le prestaba mi recién adquirido Chileno inscrito que procedía aventajarme en todo sentido durante los trayectos aventureros. Mientras cabalgábamos, mi curiosidad ardiente sobre esta raza, qué para mí era novedosa, repercutió en innumerables preguntas sobre el Caballo Chileno de Pura Raza. Manuel siempre me contestó con un entusiasmo contagioso, porque a pesar de haber hecho una transición al mundo del FSI, el Caballo Chileno no dejaba de ser una raza que él admiraba mucho. A Manolo también le debo lo que resultó ser la “Guinda en la torta” en fijar mi pasión por ésta excepcional raza vaquera. En 1999, me invitó a ver mi primer Champion de Chile en unos asientos privilegiados que poseía. Lo que presencié ese fin de semana, cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy sigo usando dichos asientos, gracias a su generoso reconocimiento de que mi interés en nuestra raza nacional llegó a superar la suya. 

Al ver la valentía, atletismo e instinto vaquero del Caballo Chileno, en menos de un año me salí de la hípica y empecé mis investigaciones para escribir un libro sobre el “Chilean Horse”. Este sería el primer libro escrito sobre nuestra raza nacional en inglés y en mis reconocimientos hago mención de mi gran amigo que fue el responsable de introducirme a esta extraordinaria estirpe. 

En los 23 años que conocí este hermano de la vida, nunca tuvimos una discordia. Siempre mantuvimos un respeto mutuo con mucho aprecio por las idiosincrasias de cada uno. Si bien éramos distinto en atributos sociales, ya que Manuel era muy desenvuelto dentro un grupo de personas y yo mucho más bajo de perfil, creo que, en gran parte nuestros principios sobre la vida eran similares. Aún donde diferíamos, nuestra amistad siempre tuvo una muy clara prioridad que nunca puso en peligro la hermandad que se afianzo por más de dos décadas. 

Querido Manolo: 

“Yo sé que estás en un mejor lugar Amigo y eso me tiene tranquilo. Cuando después de un año de diálisis te llegó el momento de un trasplante de riñón y páncreas, me regocijé en tu renovada vida alejada de la dependencia de monitoreos e inyecciones de insulina. Me alegré sobremanera al ver como tú y Majel gozaban plenamente de la vida y progresivamente ascendían por el camino del éxito profesional, así como llegaste a entender lo que era más importante aún...la vida familiar. 

No sabes cuánto me alegro de que mi querida Nurys llegó a conocerte y que eso ha dado oportunidad a que nuestro amor por Majel ayude a confortarla. ¡Te me fuiste demasiado temprano amigo, pero me imagino que detrás de los portones de San Pedro faltó uno que se encargara de la logística y requería de alguien con esa chispa en el ojo y una carismática sonrisa torcida que se metiera todos los residentes en el bolsillo para seguir las instrucciones!   

Una vida eterna ya te lo aseguró nuestro Señor. Sin embargo, en este mundo fuiste un hombre MUY especial, Manolo. Aquí, la proyección de tu vida también está asegurada, en el traspaso de los efectos sobre cuyas personas impactaste. Para un amigo como tú, nunca debe haber un adiós, solo un hasta luego, junto a un inmenso agradecimiento por todo lo que me entregaste en estos afortunados años que han formado una parte inolvidable de mi vida. Con lágrimas en los ojos y a la vez una cálida y serena sonrisa...me despido.  

Descanse en Paz, Amigo mío 

                “Randy”